Sedini es un pequeño pueblo en la roca y se encuentra en Anglona, en Cerdeña. Tiene cerca de 1300 habitantes y la primera vez que estuvimos era un día de agosto, de esos en que la luz es tan fuerte que podría llevarnos de vuelta a una postal del siglo pasado.

Después he vuelto muchas más veces, siempre descubriendo alguna cosa nueva. La premisa es que Sedini es un pueblo distinto de la gran mayoría de los demás. Su particularidad reside en la belleza tan diferente del contexto natural en el que surge el núcleo urbano.
La Roca del Elefante en Sedini
Es un pueblo que se insinúa en la roca, que surgió adaptándose a ella. Antiquísimo, parece que su origen se remontase a la prehistoria. Dista a pocos kilómetros de Castelsardo y, en la carretera que los separa, está la famosa Roccia dell’Elefante (Roca del Elefante), domus de janas del periodo pre-nurágico.

Las casas de las brujas en Sedini
En la calle principal surge, majestuosa, la que ha sido apodada como «la catedral de las domus de janas. Se trata de una roca enorme, cándida y sencilla por su forma particular y que, actualmente, es sede del museo etnográfico de la ciudad. Durante el transcurso del siglo ha adquirido varias funciones, incluyendo la de vivienda.

Sin embargo, para descubrir la belleza del pueblo es necesario adentrarse en sus calles interiores.
Una vez pasado el jardín que rodea la calle principal, volviendo la mirada a las construcciones sujetas por una roca firme y fuerte, hay unas escaleras que suben, estrechas entre casas y rocas, creando vistas fascinantes y, de alguna manera, íntimas.
Aquí se abre un arco blanco, en el cual resalta el celeste del cielo, para desvelar una miríada de calles, callejuelas, plazas y rincones de decadente belleza.

Hay muchas casas deshabitadas desde hace años, desgastadas por el paso del tiempo, pero que se conservan un gran encanto.
Al mismo tiempo, se percibe una energía latente que se manifiesta en nuevas reformas y mudanzas. De repente nuestra atención es para la señora Amelia: una mujer anciana de cabello canoso y rizado, vestida completamente de negro. Está ocupada en arreglar y cuidar las plantas de la entrada de su casa. Nos cuenta sobre su marido Paolino que pintó los murales de las dos fachadas rosas de la casa. Era herrero, trabajaba el hierro y tenía la habilidad de transformarlo en aquello que quería.


En los murales se cuenta con detalle escenas de la vida cotidiana y de antiguas leyendas sedinesas. En ellos pintó su taller, las mujeres que tejen en el telar y que hilan la lana. También, se ven las fiestas en torno a la iglesia de San Pancrazio, de estilo románico, que se eleva a una altura similar al resto del burgo.
Entre las leyendas se ha hecho inmortal una que se remonta al siglo XVII, que cada agosto es rememorada en una plazuela del centro histórico. Ésta narra el amor prohibido de dos jóvenes que se encontraban a escondidas en el cementerio del pueblo. El primo de ella descubrió el amor secreto y disparó al chico, pero el fusil no disparó el proyectil. El joven amante, cuando se volvió, y estando armando, decidió no contraatacar al primo de ella.

El Jardín Encantado de Sedini
Saliendo del centro, se halla el Jardín Encantado, un bello paraje inmerso en un paisaje estupendo. Allí Paolino Sanna esculpió rocas y piedras y, cada tarde, su mujer Amelia da la bienvenida a curiosos y visitantes para admirar las maravillas. Es un jardín rico de árboles frutales y de flores que colorean y perfuman la primavera. Hay una casa encajonada en la roca que parece casi que la sostuviera y, alrededor el señor Paolino dio rienda suelta a su imaginación y su arte con sus colores y su cincel.
Es imprescindible pasear lentamente para no dejar pasar nada: muchas esculturas están cubiertas por la salvaje vegetación y hay numerosas pinturas, algunas descoloridas, que se esconden detrás de las esquinas… Por eso, parece que en cada paso hubiese un gran descubrimiento, así como demuestra ser Sedini, cada vez que se tiene suerte de estar allí…

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