Por mi cumpleaños recibí un maravilloso regalo: un viaje en Ogliastra en carretera. Y debo decir que fue un paseo precioso. Tenía ganas de ir al mar para disfrutar de estos días tan buenos que anticipan el verano y, en efecto, llegué al mar. Sin embargo, es un post que habla de montaña: estamos en Cerdeña, donde todos los caminos, antes o después, conducen al mar.
Después de haber atravesado el paso de Correboi, desde la carretera S.S. 389 nos metimos en la S.S. 125, conocida como la Oriental Sarda, en las inmediaciones de la Cantoniera de Pira ‘e Onni. Allí admiraba las ásperas montañas de Ogliastra a lo largo de tortuosas curvas donde puedes tener divertidos encuentros. Este paraje nos hizo ratificarnos en la suerte de haber nacido aquí.
Tuvimos que recorrer muchos kilómetros de curvas antes de distinguir, desde la cumbre de una colina, el primer pueblo, Talana. Al fondo se hallaba el espléndido mar de la costa oriental de Cerdeña. Desgraciadamente no era un día claro, por lo que tuvimos que limitarnos a imaginar los espléndidos colores que el mar sardo suele ofrecernos.
El pueblo estaba todavía mojado por un aguacero, por lo que no nos entretuvimos y continuamos camino hacia otro pequeño núcleo de Ogliastra, Urzulei. En el pueblo, además de algunas vistas fascinantes, se pueden admirar los murales realizados con el proyecto «Memoria e identidad”, que reproducen en las paredes de las casas espléndidas fotografías de época.
Prosiguiendo el camino, en dirección Dorgali, llegamos a Genna Silana. Es el paso situado a 1017 metros sobre el nivel del mar que une Ogliastra con la región de Nuoro. Desde este increíble paso de montaña salen las excursiones hacia el cañón más grande de Europa, la garganta de Gorropu. Geográficamente, este mágico lugar se extiende por los territorios de los municipios de Orgosolo y de Urzulei.
Es posible vislumbrar Gorropu en la lejanía, desde el lado de Urzulei, parando en los alrededores de una vieja cantoniera, a pocos kilómetros de Genna Silana. Nosotros decidimos detenernos un momento para gozar el espléndido panorama que se ve desde allí. A continuación, retomamos el viaje hacia Dorgali, donde nos esperaba el mar.
Sin embargo mi historia acaba aquí: esta vez prefiero compartir con vosotros el viaje, más que la meta. Del destino, hablaremos en otra ocasión.
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