Hay una pequeña isla a 5 millas de la espléndida costa del Sinis, al norte de Oristano. Es la isla de Mal di Ventre. Su nombre está ligado al viento “malo” que a menudo la golpea y que la ha diseñado; y que la continúa modificando. En italiano, sin embargo, se tradujo su nombre erróneamente y se convirtió en la isla de Mal di Ventre. La isla forma parte de la Área Marina Protegida de la Península del Sinis. En el interior de la isla, se han identificado diferentes zonas por la intensidad de protección. Es el reino indiscutible de la naturaleza, en toda su fuerza y belleza.
Quizá, la primera vez que se escucha hablar de ella, es por la iniciativa de un hombre que había decidido que este pequeño pedazo de tierra, inmerso en un mar cristalino, debía convertirse en una república independiente del resto de Cerdeña. Es por ello que se ha convertido en una especie de mito.
Cuando tuve la oportunidad de visitarla, lo hice sin pensarlo, haciendo todo lo posible para concretar la visita en el menor tiempo posible. Tenía cita en la maravillosa playa de arena de cuarzo del Sinis, Mari Ermi. Esperando (literalmente, considerando algún minuto de retraso), al staff del Summer Team Mari Ermi. Simone, Gesuino y Francesco nos recibieron con amabilidad y atención, presentándonos – no solo físicamente- las particularidades naturales e históricas de la isla.

Yo no sabía exactamente qué esperar, pero cada una de las palabras contribuía a añadir la pieza necesaria para diseñar la idea de la que mi fantasía estaba trabajando velozmente. Mientras tanto, el agua abandona el cristalino del río para tornarse un poco más oscura…En las inmediaciones de la isla, se presenta una vista sutil y alargada, donde se pueden ver restos de al menos dos naufragios. Uno parece remontarse al siglo XVIII y el segundo, a los años 70 del siglo pasado.
Era necesaria una rápida inmersión, pues allí es donde las aguas se vuelven más claras y los restos del naufragio de un buque mercante resplandecen de nuevo, lleno de armoniosa vida marina. El agua está limpia y son muchas las variedades de peces que la habitan.
La isla de Mal di Ventre, con cerca de 8 hectáreas de tierra, está totalmente deshabitada, la única construcción es un pequeño faro en el centro. Parece que estemos, sin embargo, en los restos de una nuraghe. La costa que mira hacia el Sinis está llena de hermosas bahías de arena de cuarzo, que se desvanecen de blanco a gris.
El cuarzo que caracteriza a las playas del Sinis, tiene su origen en la propia isla de Mal di Ventre, y su costa, que con el paso del tiempo, ha derivado en lo que ahora la hace así de maravillosa, única y preciosa.
La isla, con sus 18 metros de altura máxima, se ve sutilmente en el horizonte y así, se percibe hasta el momento de llegar a ella. Las aguas son de un turquesa intenso che te dan la bienvenida y dejan sin aliento.
A continuación, la bajada del barco en una playa paradisíaca, inmersa en un bonito silencio. Nosotros decidimos darnos un momento de paz, nadando en esa aguas cristalinas, pero también para irnos abriendo camino hacia el descubrimiento de su interior y de la costa escarpada con vistas al mar abierto. El ajo selvático estaba listo para florecer y había madrigueras de conejos silvestres por todas partes. Paseamos, disfrutando de la soledad de la isla, de sus paisajes extremos y sumergiéndonos en aquellas aguas de un turquesa tan intenso.
Esto fue la isla de Malu Entu: un limbo de tierra agridulce, inmersa en aguas turquesas que, a las 17:00, era realmente difícil abandonar.
Agradecimientos al Summer Team Mari Ermi por haber sido dignos acompañantes en un precioso en un precioso trocito del Sinis.
Leave a Reply